El profe Gerardo junto a Iván, Agustina y Alejandro |
El trabajo de estigmatización que hacen los medios de comunicación hacia los barrios como Villa Corina es tan efectivo, que hasta los mismos habitantes se refieren a sus vecinos como "negros" o "villeros". En este sentido, la secundaria 31 (que cuenta con una buena infraestructura) se convierte en un lugar a donde "no conviene inscribir a tus hijos". El estudiante Alejandro Collaz (18) vive en Wilde y terminó en la 31 luego de que fuera unificada con la anterior secundaria donde cursaba. Sus padres no se hicieron eco de estas estigmatizaciones y lo dejaron cursar allí. "Me gustó la escuela y ahora tengo ganas de seguir pintando acá y en otros lados", manifiesta.
Con el sol pegando desde arriba, entre gaseosas con hielo, el profe Gerardo comenta: "Cuando se sortean horas en las escuelas de estos barrios, entre los docentes, siempre está la referencia negativa. Uno mismo llega con temores porque la violencia existe pero no sólo acá. Tenemos que resignificar estos lugares y romper esas creencias sobre el barrio". Gerardo ya viene fogueado desde 2014 con el proyecto Pintó La Isla, que ya está por festejar su mural número 100 en la Isla Maciel.
"El color hace lindo a un lugar que se percibe amargo", dice Iván Irrazabal (18) quien vive en la torre 9 y sabe cómo es el sabor de las dinámicas barriales, en un espacio que no es sentido como propio por sus habitantes. Mientras terminan el mural que realizaron con las pinturas que sobraron del anterior, Agustina reflexiona: "El barrio está todo escrachado, estos murales le hacen bien y pueden transmitir un poco de vida".
Tal vez los colores que comienzan a cubrir las paredes de este territorio, permitan a los habitantes darse una chance para apropiarse del espacio y sembrar el sentimiento de pertenencia necesario para dejar de verlo como lo muestran los medios de comunicación: un lugar del que hay que huir lo antes posible.